La “Elegancia Espiritual» con Ángel Elizondo

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La “Elegancia Espiritual» con Ángel Elizondo

Tiempo de lectura: 4 minutos
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Son las cinco de la tarde y es domingo. El atardecer comienza a hacer su aparición. Camino por las calles del centro que a esta hora lucen solitarias. Entre más me pierdo entre ellas, más fuerte es la sensación de fantasmagoria.

El reinado de la soledad me permite perderme en las fachadas sin que me asalte esa preocupación de que luzco sospechoso viendo fijamente las casas; como planeando algo.

Llego a la esquina que marca la dirección del mapa, y la fachada me fascina; ya quiero saber qué hay dentro. Del lugar y de su mente.

Al entrar al edificio no me decepciono. Las escaleras acompañadas de una vista limpia a la ciudad me hacen sentir que, con cada paso, floto más arriba en el cielo y puedo ver la ciudad alejándose.

Desde lejos, los pensamientos evidencian su pequeñez, y yo tomándomelos tan en serio hace unos minutos.

Cada departamento conforma un elemento de la naturaleza. Llego a la puerta del fuego y toco. Este espacio es sumamente confortable y cálido.

Un olor que no logro identificar pero que me agrada me recibe junto al abrazo de Ángel.

Siento la amplitud, el regocijo, la conexión con la naturaleza, el flujo de la energía, la apertura a las ideas que me transmite el lugar.

El agua fresca recorre mis intestinos y después de haberme tomado el espresso de camino hacia aquí; me parece deliciosamente refrescante.

Estoy fascinado, pero trato de no parecer fisgón. Además, estoy nervioso.

Cuando regresamos de tomar las fotos que acompañan esta editorial, nos ponemos a conversar.

La forma en que las ideas pueden surgir y llevar una conversación hacia lugares alejados del punto inicial son muchas, pero Ángel tiene una habilidad mental para regresarnos a la cuestión, no importa que tan lejos se vaya mientras da contexto. Eso me alivia.

A manera de preludio, hablamos sobre cómo él que percibe la cocina; como acto, como símbolo y como arte. Me contagio de su apreciación de los alimentos, la conexión y la gratitud que debería existir con la tierra, que nos provee de todo lo necesario para que nuestro organismo funcione.

Y comienzo con las preguntas que pensé específicamente para él.

¿Qué sensación te provocan los domingos?

Es interesante como hemos asignado ciertas sensaciones y posturas internas a cada uno de los días de la semana. En este momento, el domingo es para mí una mezcla de serenidad, paz, flojera y es un excelente momento para reducir mucho la velocidad interna y externa con la que vivimos el resto de la semana.

Provoca en mí, sensaciones bastante expansivas, porque me doy el momento y la tranquilidad para hacer cosas que tiene que ver con el cuidado personal y experimentar el placer de no hacer absolutamente nada.

¿Qué es el ego?

Considero que es esta parte de nuestra psique que se ha construido a lo largo de toda nuestra vida. Y es lo que desea cosas, quiere cosas, detesta cosas, que se acerca a ciertas experiencias para obtener placer y se aleja de ciertas situaciones, porque no puede procesarlas o digerirlas.

Creo que es un catalizador que nos permite personalizar la experiencia tan compleja que llamamos vida.

¿Algo bueno o malo? No lo creo, sin embargo, hay que ponerle atención para saber cómo se ha formado, cómo lo hemos dejado pastar muchas veces a diestra y siniestra, sin tener un proceso de discernimiento y de disección para saber cómo estamos hechos:

¿por qué preferimos lo que preferimos?, ¿por qué nos disgusta lo que nos disgusta?

¿Qué pregunta has tenido mucho tiempo sin contestar?

Para responder, tengo que remitirme al momento de la agonía, y del desprendimiento de este cuerpo. Es una pregunta que he tenido en la cabeza durante muchos años, y poco a poco, creo que me he ido acercando a la construcción de una posible explicación, la pregunta es:

¿Qué sucede en el momento del desprendimiento? ¿Cómo me voy a percibir sin un cuerpo que tiene los elementos para poder interactuar con la realidad?

Es decir, ojos, nariz, boca, oídos, gusto y tacto. Ya no voy a contar con esas capacidades. ¿De qué manera me voy a percibir a mí mismo (si es posible)? Si ya no voy a contar con un cerebro, un neocortex que se ha desarrollado a lo largo de millones de años que nos ha permitido como seres humanos, contextualizarnos desde el punto del observador, para reconocernos a nosotros mismos como un ente particular.

Me causa muchísima intriga, y en el pasado me causaba mucha ansiedad esa pregunta.

¿Cómo se puede conquistar la libertad como individuo?

La libertad es un concepto muy interesante, diverso, que es necesario contextualizarlo a algún espacio geográfico, a cierto tipo de creencias que preponderen en ese espacio geográfico y a la capacidad que tenemos cada uno de poder construirlo.

En lo personal, creo que la libertad se puede lograr a través de la conquista interna. Comprender por qué hacemos lo que hacemos, para qué hacemos lo que hacemos. Y tener la elegancia espiritual de poder detenernos y cuestionarnos a cada momento.

Porque si damos por hecho nuestra existencia, si damos por hecho aquellas fuerzas volátiles que nos empujan a vivir; a hacer ciertas cosas, a estudiar cierta carrera, a elegir cierta comida, a tener cierta preferencia sexual, etc. Estamos enclaustrados en un diminuto espacio mental.

Libertad es esa conquista interna que vamos construyendo conscientemente todos los días. Hacer las cosas diferentes y percibirnos de manera creciente y expansiva en todo momento.

La meditación me ha ayudado muchísimo a conquistar mi libertad, me ha dado la oportunidad de observarme y no responder de manera mecánica a todo lo que sucede en mi vida; tanto interna como externamente.

Porque usualmente vivimos a través de estímulos y reacciones, y ahí es donde, me he percatado que las consciencias están dormidas. Es cuando te presento un estímulo y reaccionas de manera mecánica. Me refiero a no procesarlo de manera deliberada. No hay un proceso de digestión consciente para elegir una opción, sino que solo se reacciona al estímulo.

De regreso a mi casa la noche reina y yo me voy de ahí caminado por las ahora más solitarias calles de la ciudad. Pienso en todo lo que dijimos, y un sentimiento de paz inunda las últimas horas del domingo. La combinación de las palabras “Elegancia Espiritual” resuena en mi mente mientras me subo al taxi. Eso se puede ser en cualquier situación. Qué paz.

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